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El verano llega cargado de promesas de sol, viajes y cuerpos “perfectos” en traje de baño. En esta temporada, la presión social sobre las mujeres se intensifica: comienzan las dietas relámpago, los ayunos forzados y el conteo de calorías como si de una competencia se tratara. Pero, ¿a qué costo?

Justo en esta época es cuando más urge cuestionar lo que nos han hecho creer: que nuestro valor depende del número en la báscula. Eso es parte de lo que conocemos como la “cultura de la dieta”, una narrativa que nos ha enseñado a desconfiar de nuestros cuerpos, especialmente en verano, cuando todo parece girar en torno a la apariencia.

Si tú habitas un cuerpo gordo, probablemente has escuchado —o aplicado— alguna dieta: desde jugos detox hasta restricciones extremas. Todo, en nombre de “verte mejor” o “cuidarte”. Pero estas prácticas suelen tener más que ver con encajar en un ideal que con bienestar real.

¿Qué es la cultura de la dieta? 

La cultura de la dieta es un sistema que moraliza el acto de comer. Divide los alimentos en "buenos" o "malos", nos hace contar calorías y nos convence de que el tamaño corporal determina el valor personal. Bajo este sistema, la delgadez se asocia erróneamente con salud, belleza, éxito y autocontrol.

Este enfoque está tan normalizado que incluso el envejecimiento o los cuerpos posparto se consideran “errores” que deben corregirse. Así, muchas mujeres viven con la sensación de que siempre están “fallando” en algo.

Esta cultura no surgió sola: industrias como la farmacéutica, cosmética y alimentaria han lucrado durante décadas con la insatisfacción corporal, alimentando un ciclo de rechazo y control que impacta profundamente nuestra salud mental y emocional.

¿Y cómo romper con esta narrativa? 

Sabemos que no es fácil —especialmente en verano— ignorar la presión social de tener “el cuerpo ideal”. Pero sí puedes comenzar con pequeños cambios que mejoren tu relación con la comida, la imagen corporal y, sobre todo, contigo misma.

Aquí algunos consejos:

Practica alimentación intuitiva. Aprende a escuchar a tu cuerpo: ¿tienes hambre? ¿Estás satisfecha? ¿Qué alimentos te hacen sentir bien? No ignores tus señales internas ni te obligues a seguir planes que te hagan sufrir.

Evita el pesocentrismo. Deja de hacer del peso un indicador absoluto de salud. En su lugar, hazte chequeos médicos y enfócate en cómo te sientes físicamente y emocionalmente.

No te mates de hambre. El ayuno extremo, los retos de 21 días o los jugos milagrosos no son sostenibles ni saludables. Además, pueden provocar daños físicos y emocionales severos.

Sé compasiva contigo misma. Si un día comes más de lo que planeabas o te das un gusto, no significa que hayas fallado. Comer también es emocional, y eso está bien.

Cuestiona el ideal de belleza. Pregúntate de dónde viene la idea de que solo un tipo de cuerpo merece ser mostrado. ¿A quién beneficia esa creencia? ¿Por qué tu valía debe depender de una talla?

Un verano para reconciliarte contigo

El verano debería ser una temporada para disfrutar, no para castigarte. Mereces sentirte bien en el cuerpo que habitas. No es tu enemigo, es tu compañero de vida. Este verano, en lugar de empezar otra dieta, empieza a cuestionar lo que te han hecho creer sobre tu cuerpo. Haz las paces con él. Disfruta del sol, del mar, de tu comida, y sobre todo, de ti.

Porque no necesitas cambiar tu cuerpo para ser feliz. Solo necesitas dejar de pelearte con él.

 

Etiquetas:

Estilo de Vida
Publicado por Staff Capital Mujer
Jul 11, 2025 3:54:08 PM

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