Llega el calor, los días largos y la eterna pregunta: ¿ya descansaste o solo sobreviviste al año? Porque sí, el verano es esa estación que nos invita a detenernos un poco, a cambiar de ritmo y, por qué no, a repensar lo que entendemos por “cuidarnos”.
Aunque Instagram diga lo contrario, el cuidado personal no se trata solo de mascarillas coreanas o smoothies verdes (aunque también se valen). Se trata de preguntarnos qué necesitamos: para sentirnos cómodas en nuestra piel, para darle un respiro a la mente, para reconectar con nosotras mismas.
Tu cuerpo te acompaña todo el año, y el verano lo expone a más sol, más sudor y más cambios de rutina. Esto no significa llenar tu cosmetiquera de productos nuevos, sino ajustar lo básico: un buen protector solar (mínimo FPS 30), hidratación constante (sí, también por dentro) y un limpiador suave que no arrastre tu barrera natural.
Y recuerda: el bronceado bonito no debe costarte una mancha permanente. El autocuidado también es saber decirle “no gracias” al mito de que estar más morena es “verse más saludable”.
¿Te diste cuenta de que no hay suficiente bloqueador para el bombardeo mental que es el trabajo, la vida social, las redes y el agotamiento colectivo? Aprovecha estos días para bajarle el volumen a las exigencias externas.
Desconectarte no es irresponsable. Es, en muchos casos, el primer paso para volver a escucharte. Leer por placer, dormir sin alarma, ver series bobas sin culpa o simplemente estar sin hacer nada también es autocuidado. Recuperar el deseo de hacer las cosas solo porque te dan alegría, no porque te producen likes o productividad.
Vivimos en una cultura que romantiza la productividad constante. Pero descansar no es perder el tiempo: es una forma de resistir al desgaste. Si el sistema insiste en que debes estar haciendo algo todo el tiempo, tomarte un respiro también es una forma de rebelión.
¿Y si este verano, en vez de cambiarte el cuerpo, cambias tu relación con él? ¿Y si en lugar de exigirte más, te das un descanso?